| Espacio |
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Lo que se ve no está aquí, ni tampoco allá. Sólo está, sin mi cuerpo. Un 'sitio' en donde se representan algunos de los pensamientos, de las fantasías, de las ficciones o de las 'realidades' de éste sujeto. Escritas, estampadas,
...
en
...
imágenes.

No importa su tonalidad
o
...
su
...
ritmo.

Menos importa lo que provoquen. Sólo se emiten ruidos y sones en una composición de letras que dejan el interior de un cuerpo en
--
silencio.

Pa, pa ra pa, ( ) Pa, pa ra pa

martes, 29 de marzo de 2011

La idea de todos los tiempos

Ernst Descals

La sangre dentro de mi cuerpo
rebota en las membranas de mi piel,
transformándose en palabras
y en mi movimiento en el espacio.
Una sangre que no conozco plenamente,
pero que habla del tiempo milenario
de donde somos todos:
nuestro origen.


Pablo Guillén, Barcelona, marzo de 2001.

viernes, 11 de marzo de 2011

Manifiesto- Café Filosófico del Movimiento Arte Contra la Barbarie -MACB-


Emblema MACB


Como parte del Movimiento del Arte Contra la Barbarie, formamos el café filosófico. Un espacio para la reflexión, discusión y debate sobre los distintos temas que nos parecen relevantes a tratar aquí. Principalmente son de carácter político, cultural y social. Creemos en lo que expresa -con rotunda claridad- el filósofo Bertrand Russell en la siguiente cita: "Hay una causalidad recíproca: las circunstancias de la vida de los hombres, determinan bastante su filosofía, pero, por el contrario, su filosofía determina también bastante sus circunstancias".

La filosofía, por lo menos aquí, la entendemos como el arte del diálogo y de la reflexión; potente herramienta para conducir al pensamiento en una línea racional, hacia una síntesis como solución a las problemáticas que se desean tratar.

En este espacio, trabajaremos dentro del marco del arte: el medio expresivo-discursivo del creador para con la sociedad, la política y la vida. Desde hace muchos siglos atrás, la actividad filosófica, se ha pretendido reducir como una actividad exclusiva de las instituciones -eclesiásticas, académicas, etc., la excepción son las personalidades autodidactas-. Pareciera que en nuestra actualidad, se entiende a esta disciplina, como un quehacer filosófico que concierne únicamente a los miembros que representan a las entidades oficiales -en este caso, los filósofos académicos.- Se burocratiza, se oficializa el arte de filosofar. Cuando su naturaleza fundamental es incentivar y dirigir al individuo hacia un libre pensamiento coherente, racional, que conlleve a la auto-construcción de una independencia intelectual con relación a su entorno, en síntesis: a su autodeterminación. Hoy en día se le suele adjudicar erróneamente, a estas dependencias institucionales, la pertenencia de la "verdad", si es que hay algo como tal. Como si ese término abstracto estuviera en sus manos y bajo su control. En todo caso, si aquí hablamos de 'verdad', nos referimos a la noción de lo que una persona manifiesta, siente o piensa, racionalmente. Aquí nos ahorramos la noción de 'verdad' científica que suele pretender hablar sobre afirmaciones -por convención- de lo que ocurre y existe. Esto explica el por qué tomamos la decisión de llamarlo 'café'.

Quiero dejar claro, que no estamos en total desacuerdo con los miembros institucionales, pues ha habido en la historia, y hay en la actualidad, varios, no muchos, grandes pensadores en las aulas. Lo que deseamos en el fondo, simplemente, es rescatar la metodología socrática; pensamos que ésta manera de filosofar es la más coherente con el vivir filosóficamente. El ejemplo histórico de Sócrates, nos parece -y no sólo a nosotros- como el de un pensador subversivo. Una persona que cuestionó, de manera aguda, los dogmas establecidos por las autoridades de su época. Además de demostrar siempre un carácter humilde ante el conocimiento, ante las personas y ante las figuras que se reconocían como sabios. Él mismo no se consideraba un sabio. Durante toda su vida fue con la fuerte e inapelable premisa de ser siempre un ignorante, por no enunciar su famoso "yo sólo sé que no sé nada".

Por esto mismo, como primer proyecto, salido por la inspiración de esta sección, no encontramos en el proceso de montar la adaptación escénica del "Banquete" o "Sympósion" de Platón. Donde se relata la anécdota de los diálogos que sostiene Sócrates con poetas y estadistas, como Agatón y Alcibíades, junto con otras personalidades históricas mientras gozan de un banquete. Platón, con una irrevocable lírica narrativa, describe su risueña vitalidad: comiendo frutas y bebiendo vino, mientras agradecen a Dionisio, el brindarles tan dichoso elixir. En síntesis: viviendo filosóficamente. Éste tipo de situaciones ya no suceden más -hasta donde sé- en ninguna institución. Se ha querido canalizar a este tipo de actividades hacia un área extraoficial, externa a toda entidad Estatal o privada (siendo que hoy, el sistema laboral exige con sus condiciones, reducir cada vez más los espacios extraoficiales, con jornadas larguísimas de trabajo, que caen en sobreexplotación y en casi una nula calidad de vida). De ahí el nombre "café filosófico". Un espacio de reflexión, de diálogo; de ímpetu por la razón; sin la sobrevalorización de la misma como una actividad seria y con frialdad de tacto; considerándola, más bien, como una actividad cálida, semejante a un café que abarca la multiplicidad de emociones coexistentes en una sociedad diversa. Queremos que cada participante descubra en él mismo su Sócrates interno y lo contagie mientras camine.

 Sócrates
Página MACB

Pablo Guillén, Barcelona, marzo de 2011

viernes, 4 de marzo de 2011

El progreso de los padres

El hombre controlador del Universo, Diego Rivera


Cuando era niño se hablaba de tiempos de abundancia. De construcciones de futuro donde la vida de nosotros, los hijos de nuestros padres, estaba asegurada.

Se decía que nosotros, siguiendo su camino, sus maneras, sus ideas y su ímpetu; lograríamos construir entornos semejantes a “estos” decían, “hay que progresar. El progreso es el único camino viable para cualquier humanidad que busque civilizarse”.

¡Vaya que lo consiguieron! Se lo creyeron tanto que hasta olvidaron a sus hijos y a los hijos del prójimo. Sus esferas de tranquilidad, de seguros contra la muerte y sus “intereses” se volvieron una realidad contundente.

'Éste' entorno, ahora, por lo menos para este hijo de sus padres, sólo existe en la memoria como fábulas o cuentos para niños.

Como cualquier crédulo infante, en la primera parte de mi vida me creí la historia. Llevé a cabo la acción en el marco de su receta del progreso.

Recibí la altísima instrucción de las instituciones recomendadas por ellos. Busqué hasta el cansancio la manera de obtener todos los méritos oficiales representados en una hoja en blanco (vomitada por un árbol) que diera título a mi persona. Trabajé horarios laborales de más de medio día (entiéndase un día igual a veinticuatro horas) por un salario que me hizo seudo-independiente.

Más adelante entendí que la independencia consistía en poder pagar al banco un techo para dormir seis o siete horas (si tenía un día de suerte). Despertar cayendo directo a un automóvil que me hiciera rodar directo a la fábrica. Estar ahí a ritmo de máquina durante más de doce horas continuas recibiendo ordenes de los padres de mis prójimos (y estos a su vez de los padres de sus prójimos) y así, terminar la jornada deslizándome hasta mí techo e iniciar nuevamente el proceso (¿o continuarlo?).

Sí mantenía el ritmo, entonces, entraría oficialmente en el “progreso”; que finalmente entendí que significaba mantenerse firme en esa fórmula. Con la única variante de que, al pasar del tiempo, mi techo (el de los bancos)  iba aumentar de altura y mi automóvil tendría mayor velocidad.

Por mi parte, no quería ir más rápido.

En ese entonces, mientras iba en el camino, noté como progresivamente me iba convirtiendo en un esclavo, y no sólo yo, sino que mis padres lo habían sido a lo largo de su vida sin haberlo notado o quizás simplemente así lo quisieron, lo acpetaron. Yo no.

Me escapé, decidí irme por el torbellino de la existencia que notaba siempre como un lugar lleno de infinitas posibilidades, ajenas a las de la receta común.

Desde afuera fui comprendiendo menos a los progresistas. No entendía cómo era que decidían ceder su cuerpo y su mente para obtener los recursos económicos necesarios y depositarlos en las hipotecas de sus (supuestas) casas, asegurarlas contra toda posibilidad absurda de accidentes, incluyendo a su persona y a la de aquellos hijos que querían que su destino fuera semejante. Abastecer su vacío existencial en artículos de consumo que sólo los encerraba más en la esfera de su esclavitud: Televisores más grandes para ver a los padres de los prójimos dando órdenes a los padres de los prójimos de disparar las armas contra los padres de los prójimos; observar también, la pobreza de los padres de los prójimos, que no tenían televisión para ver que había muchos padres de los prójimos, en semejantes condiciones que ellos alrededor del mundo. Comprar aparatos satelitales para recibir órdenes con inmediatez por parte de los padres de los prójimos. Tener una tarjeta bancaria para pagar de inmediato un café en el eficiente autostop de las franquicias y facilitar su vida haciéndolos no llegar tarde al trabajo para no recibir regaños de los padres de los prójimos. Esperar la tan ansiada semana vacacional del padre para “escapar” a un lugar lejano e ir de shopping a a un centro comercial y comprar más artículos de consumo, con la falsa esperanza de llenar su infinito espíritu vacío.

Y así desde afuera, los veía circular en su cotidianeidad. Ellos siempre me decían que las cosas cambian, aunque yo veía que lo único que cambiaba era su cuerpo que se desintegraba mientras envejecía cada vez más rápido. No han entendido que el cambio no está en las cosas, sino dentro de ellos mismos.

Ahora son menos los hijos de los padres del prójimo, que tiene la oportunidad de entrar en la fórmula del progreso. Pues estos padres, han decidido conservar sus esferas independientes buscando techos más altos, automóviles más cómodos y eficientes, y artículos de consumo más sofisticados. ¡A ver si les es posible llenar ese vacío!

Han decidido tener menos esclavos que pagar, eliminando empleos y así poder conservar sus burbujas, en vez de reducirlas o simplemente quedarse satisfechos con lo tienen. Se les has olvidado que esos hijos, que instruyeron con discursos de progreso, son esos esclavos que cada vez están menos dispuestos a cotizar.

Vaya progreso, vaya civilización, vaya padres.


Pablo Guillén, Barcelona, marzo de 2011.