Los fragmentos del pasado demarcados en los símbolos.
Una sola totalidad,
alegórica,
una sola abstracción inmensurable.
Un conjunto íntegro que no contiene el fin.
No es posible.
Un ayer en el continuo aquí.
Un cuándo: en donde siempre es hoy.
La Historia es nueva.
Los siglos se modifican por los ojos que perciben.
Se desentrañan en crucigramas: comienzan en ‘A’ y terminan en ‘Z’.
La ‘x’ no es ‘x’, es otra cosa, siempre.
Los otros ojos, que lo son todo y nada a la vez, sostienen el disparate.
Cada instante se inmortaliza por la naturaleza.
El ser mortal desvaría, pues la Historia le resulta inasequible.
Pablo Guillén, Barcelona, septiembre de 2011,